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miércoles, 16 de noviembre de 2016

SAGRADA EUCARISTIA

La Eucaristía todos los días del año, en cada Santa Misa el sacerdote realiza el mayor de todos los milagros: convertir un pedazo de pan en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, ofreciendo así a Dios el sumo sacrificio de alabanza.

Este Pan se da a los fieles como alimento y se conserva en los Sagrarios para que Cristo presente en él, sea el centro y el sostén de la vida de todos los cristianos.
¡Qué importante que celebremos a diario en lo profundo de nuestra alma agradecida tan admirable Don! ¡Cristo presente bajo las apariencias del Pan y del Vino! ¡Cómo no alabar y celebrar con todo el fervor de nuestro amor a Cristo presente, real y sustancialmente en la Eucaristía!.

Es este un misterio vivo, siempre actual, y en esto nos induce a reflexionar el Evangelio de San Juan en el capítulo 6, versículo 51: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
La Eucaristía es un pan tan vivificador que es germen de la vida eterna, y esto es así, porque es el Cuerpo del que es “la vida”. Los hebreos después de comer el maná en el desierto, murieron, en cambio, “el que coma de este pan vivirá para siempre”.

La Eucaristía es el recuerdo de la muerte del Señor y ofrece a los fieles el mismo Cuerpo de Cristo que se inmoló por nosotros en la cruz, y es también el recuerdo de su resurrección porque es el “pan vivo” en el que Cristo está presente y viviente como lo está en la gloria del cielo.
“Este es el sacramento de nuestra fe”, proclama la Iglesia cada vez que consagra la Eucaristía en la Santa Misa. “Sacramento de fe”, debemos repetir nosotros, los cristianos, cada vez que nos acercamos a recibirlo.

Pero también es el “Sacramento del Amor”, por el que Cristo ha llevado hasta el extremo la entrega de sí mismo. Después de haber dado la vida por la humanidad, se da a ella como alimento, y no una vez, sino continuamente, cada día, “hasta que vuelva”.
Que estas reflexiones sobre el “Corpus Christi” nos hagan tomar conciencia de la importancia fundamental que tiene para nuestra vida la recepción digna, frecuente, con el alma limpia de pecado, de la Sagrada Eucaristía.


Tenemos una cita de honor con Cristo presente en la Sagrada Comunión, para adorarlo, darle gracias, recibirlo como nuestro alimento, un alimento que perdura hasta la vida eterna.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA 
GLORIAM